El río Ganges, venerado como la diosa Ganga en la mitología hindú, es sinónimo de purificación espiritual para millones. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha convertido en uno de los ríos más contaminados del planeta, un contraste entre su significado religioso y su realidad ambiental.

A lo largo de sus 2.525 kilómetros, desde los glaciares del Himalaya hasta las llanuras del norte y este de India, el río es testigo de múltiples actos de fe. Diariamente, devotos de todo el país se sumergen en sus aguas con la creencia de que un simple baño puede lavar una vida de pecados, especialmente en ciudades sagradas como Varanasi.

Sin embargo, la misma fe que lo sacraliza también contribuye a su degradación. Cada año, los devotos depositan en sus aguas 8,8 toneladas de desechos florales, que contienen pesticidas y químicos dañinos.

Sumado a esto, la incineración ritual de cuerpos en sus orillas y el posterior vertido de cenizas, así como el desecho directo de cadáveres, incrementan el nivel de contaminación.

Y, como si fuera poco, las aguas residuales domésticas e industriales se vierten sin tratamiento, cambiando en ocasiones el color del río y aumentando la presencia de patógenos.

Estudios recientes han mostrado la presencia de bacterias resistentes a los antibióticos en el río. Estos patógenos, resultado de la acción humana, han causado enfermedades tanto en locales como en turistas.

Ante la gravedad de la situación, diversas universidades y organismos han empezado a investigar soluciones. La Junta Central de Control de la Contaminación, por ejemplo, ha instalado estaciones de monitoreo en diferentes puntos del río.

Por otro lado, emprendimientos locales buscan reducir el impacto de los desechos florales, recolectándolos para darles nuevos usos. A pesar de los esfuerzos, el cambio real requiere una transformación en la conciencia colectiva y una acción gubernamental decidida.

El testimonio reciente de la tiktoker Natalia Palacios, quien navegó por el Ganges y compartió sus impresiones, refleja el asombro de muchos ante la dualidad del río: un lugar sagrado, pero también un espejo del descuido humano.

Su relato, que ha acumulado millones de reproducciones, ha generado una conversación global sobre las prácticas funerarias y la urgente necesidad de preservar este cuerpo de agua vital.