Zaragoza es una ciudad con más de 2.000 años de historia, y eso, se nota en el patrimonio y en el ambiente de una ciudad que fue fundada en época romana por el emperador Augusto. Desde su fundación, el entorno de las actuales plazas del Pilar y de la Seo han sido el epicentro político, religioso y económico de una ciudad que se ha ido superponiendo en el mismo espacio. Donde un día hubo un templo romano, luego hubo una mezquita, y luego una catedral cristiana…

Esa superposición de culturas hace que cuando alguien se pone a excavar un aparcamiento, o un edificio en las zonas históricas de la ciudad, siempre aparezcan restos romanos, islámicos o medievales. Algunos, (muchos, probablemente), se destruyeron sin contemplación, como es el caso de un templo romano del siglo I que fue descubierto frente al Ayuntamiento de la capital aragonesa, y eliminado por el entonces alcalde de Zaragoza Antonio González Triviño.

Más allá de estas ruinas desaparecidas, o de los restos visitables del Teatro, las termas, el foro o el puerto fluvial, lo cierto es que el subsuelo del casco histórico de Zaragoza está repleto de ruinas. Unas, documentadas y tapadas. Otras, a la espera de ser descubiertas y puestas en valor. Por ejemplo, en el subsuelo hay una treintena de restos de cloacas del siglo I.

Además de las que son visitables en el museo del Foro, hay cloacas situadas bajo edificios particulares en lugares como las calle San Lorenzo o Estébanes, o bajo edificios público como la Casa de la Mujer. Muchos de estas cloacas estuvieron en servicio hasta la época medieval, cuando poco a poco se fueron integrando en las edificaciones existentes como bodegas.

Por todo el contorno del Coso también podemos encontrar restos de la vieja muralla romana que protegió la ciudad desde su fundación hasta que se construyó la nueva muralla de ladrillo. Junto a los restos visibles de la muralla junto al Mercado Central o en el monasterio del Santo Sepulcro, hay restos enterrados o escondidos en los sótanos de numerosos edificios de todo el trazado. Hay incluso restos que fueron hormigonados bajo la basílica del Pilar, en unas obras que se realizaron para asentar el templo en la primera mitad del siglo XX.

También hay restos en el sótano del centro comercial Puerta Cinegia, en los sótanos del edificio 66 de la Avenida de César Augusto, o en la calle Eusebio Blasco, junto al Principal. Estos últimos restos se taparon y están debajo de la calle. Durante las obras de reforma del principal escenario zaragozano también se encontraron restos de la muralla.

También destacables son los restos de la muralla situados en el Coso 101, en frente a la calle Espartero. Ese lugar, conocido como las Piedras del Coso, alberga los restos de un gran torreón con el que la muralla cambiaría de dirección camino del Ebro.

Pero el subsuelo de Zaragoza no solo acoge tesoros romanos. El pasado musulmán fue largo y fructífero, como podemos ver en el Palacio de la Aljafería. Pero aún así, y como consecuencia de la conquista de la ciudad por parte de Alfonso I, y por su conversión a capital del reino de Aragón, los edificios musulmanes fueron siendo sustituidos por los nuevos habitantes.

Bajo Independencia hay un barrio musulmán

Aún así, bajo tierra todavía podemos encontrar restos que han ido desapareciendo. Los restos más recordados fueron los cimientos del barrio de Sinhaya, un arrabal de la Saraqusta musulmana de los siglos X y XI situado bajo la actual avenida de la Independencia.

Las ruinas aparecieron en 2001 durante las obras para construir un aparcamiento subterráneo en esta vía, y en este caso, la existencia de estos restos impidieron construir este equipamiento. Los restos fueron sepultados de nuevo, y están intactos bajo el pavimento.

También es destacable la existencia oculta bajo el suelo zaragozano del octavo arco del Puente de Piedra. Porque aunque en el puente podemos ver siete arcos, el puente medieval tenía ocho ojos. Y uno de ellos, está enterrado bajo el paseo de Echegaray y Caballero, a la altura de la calle Don Jaime I.