Si hay un lugar con magia en Zaragoza… ese lugar es el Teatro Principal. Un lugar en el que se ríe, se llora… un lugar que este año cumple 225 años, y en el que en cuanto se apagan las luces y se levanta el telón, podemos olvidarnos de nuestras rutinas diarias para sufrir de lo lindo con una obra de teatro clásico, disfrutar de un ballet, o trasladarnos un par de siglos atrás para disfrutar de la majestuosidad de una ópera, tal cual hacían en los grandes teatros italianos los miembros de la nobleza y de la alta burguesía.

Porque ese es el efecto que tiene en muchas de las personas que acuden hasta este rincón con siglos de historia, y por el que han pasado las figuras más grandes de la escena teatral. La zona en la que se levanta el actual teatro lleva asociada al mundo del espectáculo desde la Antigüedad. No en vano, a pocos metros del Principal, están los restos del Teatro Romano de Caesaraugusta ¿Casualidad? Sorprende ver que 2000 años después, esta zona sigue siendo zona de referencia para los amantes del teatro.

Siglos después de que los ciudadanos de la colonia romana disfrutarán de las representaciones en su teatro, desde mediados del siglo XVI, en esta misma zona se levantó un corral de comedias, que en 1771 comenzó a llamarse Coliseo de Comedias. En 1778, este corral situado en el actual Banco de España sufrió un pavoroso incendio que lo redujo a cenizas provocando la muerte de 77 personas. Durante más de dos décadas, la ciudad estuvo sin ningún recinto escénico propio. En aquellos años, y a causa de la presión ciudadana, se acondicionó el palacio de la Lonja para acoger representaciones teatrales.

Pero finalmente, se levantó un nuevo teatro que pronto se convirtió en el centro neurálgico de la cultura de la capital aragonesa. Aunque el nuevo edificio se encargó al arquitecto Agustín Sanz, el proyecto definitivo la realizó el tramoyista Vicente Martínez. El edificio fue inaugurado el 25 de agosto de 1799 con 1.600 localidades, ya que muchos de los palcos no tenían asientos y el público estaba de pie. Por el escenario comenzaron a pasar compañías de teatro, de ballet, de ópera…

En 1853 el edificio comenzó a llamarse Teatro Principal, para diferenciarlo de otros teatros que comenzaban a aparecer en la ciudad, como el Variedades. Pronto Zaragoza necesitó ampliar ese teatro original, y por eso, el arquitecto José de Yarza modificó en 1858 el interior del edificio, ampliando el aforo.

En esa importante reforma, inspirada en la Scala de Milán, se sustituyeron las vigas de madera por otras de hierro para reforzar la seguridad del teatro, y también creó una nueva fachada, y se cambió la decoración de la sala por la que podemos ver en la actualidad. De esa época, en el patio de butacas destaca sin duda el telón de boca del pintor Marcelino Unceta, datado en 1877, y las pinturas en el techo, pintadas por Joaquín Pallarés, Mariano Fortún, Dionisio Lasuén, Mariano Oliver Aznar y Ángel Gracia Pueyo.

La siguiente gran reforma se realizó en los años 1939 y 1940 de la mano de Regino Borobio y José Beltrán. De esa reforma, lo más importante fue la creación del amplio hall que da acceso al teatro hoy en día, tras la compra de un edificio de viviendas contiguo que permitió realizar esa importante ampliación. La fachada exterior también fue remodelada en ese momento.

Entre 1985 y 1987, el arquitecto José Manuel Pérez Latorre intervino en este edificio para realizar una rehabilitación integral. En esa época, se pintaron dos murales realizados por artistas aragoneses contemporáneos, José Manuel Broto y Jorge Gay.

En 2018 también se renovaron las viejas butacas de los años 40, realizadas por Loscertales, para mejorar el confort y la seguridad del teatro. En la actualidad, 225 años después de su inauguración, y tras el cambio de butacas, el Teatro Principal cuenta con un aforo de 834 localidades.