Zaragoza, una ciudad con profundas raíces históricas, alberga una de las festividades más emblemáticas de España: las Fiestas del Pilar. A menudo consideradas como una tradición ancestral, estas festividades tienen en realidad un origen más reciente de lo que se piensa. A lo largo de los años, han experimentado una notable transformación, evolucionando desde sus modestos inicios en el siglo XIX hasta convertirse en el evento vibrante que es hoy.

Los primeros festejos datan de 1723 y diferían significativamente de las festividades actuales. En aquel entonces, del 12 al 20 de octubre, la ciudad se sumía en procesiones, corridas de toros y misas en los templos metropolitanos. Los aspectos taurinos y religiosos eran los protagonistas de aquel entonces.

La veneración a la Virgen del Pilar, ahora celebrada el 12 de octubre, solía tener lugar el 2 de enero, coincidiendo con la aparición de la Virgen a Santiago. La Iglesia posteriormente trasladó esta festividad al 12 de octubre, tal vez influenciada por la cosecha de las mieses y las uvas. En 1807, se elevó un rito de primera clase y se convirtió en una festividad obligatoria.

Fue en 1873, durante la I República, cuando se introdujo una cabalgata que encantó al pueblo zaragozano. La sociedad humorística «La lechuza» encabezó esta grandiosa cabalgata, que incluyó guardias municipales a caballo y desfiles en la plaza de toros.

Sin embargo, el siglo XIX llegó con cambios significativos, con la incorporación de actos icónicos como el Certamen Oficial de Jota, que ha perdurado hasta hoy. Las dos primeras décadas del siglo XX también vieron la adición de eventos deportivos y fiestas náuticas, alejándose de la estructura actual de las festividades.

Fue en 1928 cuando «La voz de Aragón» instó a celebrar las festividades bajo tres motivos: la Virgen, la jota y los productos de la tierra. Esto dio lugar a ferias agrícolas, exposiciones de maquinaria agrícola y eventos populares como desfiles báquicos y desfiles hortelanos con carros que ofrecían productos agrícolas.

Elementos icónicos de las fiestas, como el Rosario de Cristal, la Ofrenda de Frutos y la Ofrenda de Flores, fueron introducidos más tarde, en las décadas de 1950 y 1960, marcando un cambio significativo en la celebración.

Sin embargo, en 2020, las Fiestas del Pilar se vieron obligadas a ser canceladas por primera vez en su historia debido a la pandemia del COVID-19. Esto incluyó la suspensión de la emblemática Ofrenda de Flores. Pero la resiliente comunidad zaragozana encontró formas de mantener vivo el espíritu de las festividades a través de la Ofrenda Virtual de Flores, que contó con la participación de millas de oferentes de todo el mundo. A pesar de los desafíos, el Pilar demostró una vez más su capacidad para evolucionar y adaptarse a las circunstancias, conservando su importancia en la identidad de Zaragoza. Estas fiestas, que alguna vez fueron modestas, hoy son un testamento de la resiliencia y la evolución constante de una ciudad rica en historia y tradición.