En vísperas de la temporada alta de esquí, las estaciones de todo el país se enfrentan a desafíos críticos debido al calentamiento global, que ha dejado a algunas luchando por la supervivencia. Aunque Sierra Nevada ha inaugurado su temporada con nieve artificial, la situación revela el impacto devastador del cambio climático.

A pesar de su posición económica sólida, Sierra Nevada recurre a cañones de nieve artificiales para contrarrestar la falta de nieve. Sin embargo, este método tiene un costo elevado, tanto en términos económicos como ambientales, ya que el río Dilar sufre las consecuencias de abastecer el agua necesaria.

El Ministerio de Transición Ecológica advierte que las estaciones por debajo de los 2.000 metros podrían desaparecer o transformarse en otras modalidades turísticas debido a la escasez de nieve. Mientras Sierra Nevada podría sortear esta amenaza a corto plazo, otras estaciones, como la histórica Navacerrada, ya han cerrado debido a la falta de nieve.

Con un sombrío panorama, la AEMET predice una reducción mínima del 60% en la capa de nieve por encima de los 1.800 metros para el año 2050. Esto plantea la pregunta sobre la viabilidad económica de invertir grandes sumas en un sector con un futuro incierto.

El Ministerio de Transición Ecológica sugiere que, incluso con la producción de nieve artificial, las estaciones podrían volverse inviables debido al adelgazamiento y la disminución de la duración de la capa de nieve, lo que plantea un dilema sobre la sostenibilidad a largo plazo del esquí en España.

En este escenario, la Cordillera Cantábrica se encuentra en una posición particularmente vulnerable, mientras que estaciones más elevadas y resilientes podrían resistir en menor medida. El debate sobre el futuro de las estaciones de esquí se intensifica, cuestionando la sabiduría de invertir en un sector destinado a disminuir masivamente en los próximos años.