La formación de los presentes y futuros profesionales en esta realidad marcada por el cambio, en la que las empresas a duras penas logran encontrar el personal cualificado que requieren, es uno de los ámbitos clave que va a marcar la competitividad de la economía de Aragón en los próximos años.

Uno de los centros formativos con más raigambre, tanto en España como particularmente en la comunidad aragonesa, ESIC Business & Marketing School, se encuentra ahora ante la responsabilidad que supone saber interpretar una realidad que avanza a la velocidad de la luz, cada vez más tecnificada y en la que los jóvenes de hoy poco o nada tienen que ver con los de la generación anterior en sus aspiraciones.

Para arrojar luz sobre qué supone hoy en día educar, en toda su amplitud y complejidad, ha visitado la redacción de HOY ARAGÓN el director de ESIC Aragón, Antonio Sangó. El centro educativo está viviendo desde 2021 una nueva etapa a nivel nacional, tras lograr el reconocimiento como universidad privada.

En Aragón, ESIC está presente desde 1993 y actualmente es centro adscrito a la Universidad de San Jorge, lo que está permitiendo que el crecimiento en el ámbito universitario esté siendo muy fuerte.

Asimismo, ha logrado adaptarse a la nueva realidad tras la pandemia y ven en primera línea como a día de hoy las empresas han vuelto a apostar decididamente por la formación. Anualmente, ESIC Zaragoza cuenta con 220 alumnos en el área universitaria, unos 150 alumnos de postgrado y en torno a 2.000 en cursos in company (área Corporate).

PREGUNTA: Todas las organizaciones empresariales señalan como uno de los principales problemas de las compañías el hecho de que no encuentran los perfiles que necesitan. ¿Cómo se enfoca un centro educativo como ESIC frente a esa cuestión?

RESPUESTA: Es una situación, por un lado, compleja. Por otro, si lo analizas bien, te llena de responsabilidad. Es compleja porque todos los expertos coinciden en que la mayoría de los puestos de trabajo de dentro de cinco, diez o quince años todavía no están creados. Por lo tanto, ¿cómo voy a formar yo en algo que las empresas ni siquiera saben qué va a ser?

Las instituciones educativas tenemos que centrarnos principalmente en enseñar a los alumnos a aprender constantemente, a una flexibilidad y una adaptabilidad total. Como no nos adaptemos, estamos condenados a quedarnos anquilosados y estancandos en el pasado.

En ESIC recordamos muchas veces al profesor Marina, que viene a decir que cualquier organización o individuo, si aprende a la misma velocidad que el mundo evoluciona, lo único que hace es mantenerse igual. Para progresar, lo que se debe hacer es aprender más rápido de lo que el mundo evoluciona.

También has hablado de responsabilidad.

Efectivamente: la misión de cualquier institución educativa es transformar a las personas desde un punto de vista de empleabilidad. Yo soy un firme defensor de que la educación básica, las raíces, eso se da en casa. Lo que tenemos que hacer las instituciones educativas es dotar de herramientas a las personas.

Dicho esto, nosotros debemos preocuparnos y ocuparnos de construir individuos para que no dejen nunca de adaptarse, transformarse y convivir con los cambios. Todo esto, en un marco en el que están irrumpiendo nuevas generaciones que traen consigo nuevas formas de aprender y de convivir. O nos adaptamos a esta realidad o se producirá una brecha insalvable entre unas generaciones y otras.

¿Tan distintos son los jóvenes de hoy?

Te pongo un ejemplo: yo tengo una edad en la que, cuando te entrevistaban por primera vez, si hacían alusión a que podrías llegar a jubilarte en esa empresa, lo entendías como algo positivo, en un contexto de estabilidad y de pensar a largo plazo. Hoy en día, en términos generales, una persona de 24, 25 o 26 años, ante la misma situación, huiría despavorida escaleras abajo.

Como se suele decir, cuando ya sabíamos las respuestas, nos han cambiado las preguntas. Hemos dejado de entender el mundo si lo miramos con las gafas con las que tradicionalmente lo hacíamos. Debemos mirarlo con las gafas de los jóvenes o estaremos desenfocados.

El director de ESIC Aragón, Antonio Sangó, durante la entrevista en HOY ARAGÓN / M.N

Vosotros estáis en permanente contacto con las empresas. ¿Qué les recomendáis para que logren fichar el talento que buscan?

Lo primero, claro está, es ponerse en contacto con las instituciones educativas, porque es ahí donde está el caladero de talento. Por otra parte, hay que hacer el gran esfuerzo de entender de manera nítida cuáles son los elementos que son valorables por un candidato.

A lo mejor yo creo que incrementar el salario es un elemento tremendamente positivo a la hora de contratar, pero tal vez le dan más importancia al proyecto, o a cuestiones como la flexibilidad, el teletrabajo, el trabajo por objetivos, a sentirse partícipes, a que esa empresa tiene un impacto en la sociedad, a la sostenibilidad… Insisto: si no miramos la realidad con las gafas de los jóvenes, vamos a estar permanentemente desenfocados.

¿Las empresas son conscientes de la necesidad de contar con una formación continua?

Cada vez son más las empresas que entienden que la apuesta por el talento es la línea para ser competitivas. Y esa apuesta por el talento tiene varias ópticas: por un lado tienen que formar a sus equipos porque todo cambia tan rápidamente que, o vas a la misma velocidad, o te quedas atrás.

Por otro lado, la apuesta por la formación y la mejora en el apredizaje de los equipos se está convirtiendo en una fórmula de fidelización del talento. Esto es trasversal en todos los sectores y cada vez es más patente en las empresas aragonesas. Al hilo de esto, también es destacable que hay una tendencia hacia la formación de equipos, de grupos, cuando hace por ejemplo 15 o 20 años se centraban más en las personas individualmente.

¿Qué profesiones consideras que pueden tener un futuro más prometedor?

Cuando mis hijos lleguen a la etapa universitaria, lo primero que haré será recomendarles que, sobre todo, aprendan a ser flexibles y adaptables al mundo que tienen por delante, elijan medicina, derecho, ingeniería o fontanería.

Más allá de esto, todo lo que tenga que ver con la tecnología, por cuestiones evidentes tiene, mucho futuro. Todo lo que pueda ser digitalizable, se digitalizará. Por otra parte, es interesante todo lo que aporte valor añadido pensando en el cliente, con independencia del sector.

Asimismo, hay dos grandes tendencias. La primera es que en este país cada vez va a haber más gente mayor, con lo cual todos los sectores enfocados a las personas mayores saldrán reforzados. La segunda es que la sociedad actual, influenciada por la pandemia, piense mucho más en el tiempo libre: naturaleza, deporte, ocio, vacaciones. Esas dos realidades, combinadas con la tecnología y disciplinas que ayuden a aportar valor al cliente, van a enmarcar el futuro.

¿Y qué valores consideras que van a ser fundamentales para los nuevos profesionales?

Los valores han sido importantes siempre. Dando por hecha una base fundamental, en mi opinión hay un elemento clave que es el positivismo, sin confundirlo con la ingenuidad. El positivismo es un imán que atrae a las personas y hace equipo.

Otro elemento es la pasión. Es un valor con el que no se puede hacer ‘postureo’: o se es apasionado o no se es. Y genera ejemplo, creer en las personas, y que lo plural esté por encima de lo individual.

Este año cumples 10 años como director de ESIC Zaragoza. ¿Qué ha cambiado en este tiempo?

Al mirar por el retrovisor veo un largo trayecto. Hay cosas que, sin duda, podría haber hecho mejor y, otras, de las que uno se siente orgulloso. Una fundamental fue el acuerdo alcanzado en 2015 con la Universidad San Jorge para convertirnos en centro adscrito. Creo que las cosas han ido muy bien para ambas instituciones.

Por otro lado, considero que nos hemos sabido adaptar a los tiempos empresariales y a las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Supimos gestionar bien la pandemia, adaptándonos con rapidez. Pero, sin duda, de lo que más orgulloso me puedo sentir es del equipo que hemos sabido formar en ESIC.