Vueling, la aerolínea española, ha dado un paso significativo hacia la modernización de sus procesos de embarque al convertirse en la primera aerolínea en España en implementar el reconocimiento facial voluntario. Este avance tecnológico ya está operativo en los aeropuertos de Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, Menorca e Ibiza, y se espera su pronta incorporación en Tenerife Norte y Gran Canaria.

En un reciente comunicado, Vueling anunció esta novedad, marcando un hito en la industria aérea española. El sistema permite a los pasajeros de Vueling experimentar un proceso de embarque fluido y sin papeleos, desde el control de seguridad hasta el acceso al avión, eliminando la necesidad de presentar documentación como el DNI, el pasaporte o tarjetas de embarque físicas.

SIN ENSEÑAR DNI NI PASAPORTE: ASÍ FUNCIONA EL RECONOCIMIENTO FACIAL

Para utilizar este servicio, los clientes deben registrarse solo una vez. Posteriormente, en vuelos futuros, podrán activar el reconocimiento facial al realizar el check-in, simplificando aún más sus viajes.

Esta implementación es el resultado de una prueba piloto, realizada en colaboración con Aena, que comenzó hace dos años en la ruta Barcelona-Málaga. El éxito de la prueba ha llevado a la expansión de esta tecnología en otros aeropuertos importantes del país.

Rodolfo Moreira, director de Customer Experience de Vueling, ha enfatizado que la incorporación de esta tecnología representa un gran avance en la simplificación y agilización de los procesos de embarque. Por otro lado, Javier Álvarez, director de IT de Vueling, ha destacado que este desarrollo es un hito significativo en la innovación, alineándose con la visión de Vueling como una «compañía nativa digital».

LOS RIESGOS DEL RECONOCIMIENTO FACIAL

En el contexto del crecimiento exponencial de las tecnologías biométricas para identificación, expertos y organizaciones internacionales en defensa de los derechos digitales han manifestado su preocupación. Un informe de Marianne Díaz para Derechos Digitales resalta que estas tecnologías no solo afectan la libertad de expresión y acción en espacios públicos, sino también la autonomía e identidad individual.

La vulnerabilidad de los datos biométricos frente a ataques cibernéticos es una de las principales inquietudes. A diferencia de las contraseñas, los indicadores biométricos, como las huellas dactilares o el reconocimiento facial, no pueden ser restablecidos o cambiados, lo que implica un riesgo de seguridad mayor.

En caso de fugas o ataques, reparar los daños y restablecer la seguridad de los sistemas basados en biometría, así como la integridad de las personas afectadas, se vuelve una tarea compleja.

El uso indebido de esta información biométrica ha escalado con la aparición de técnicas como deep fakes o deep voices, impulsadas por la inteligencia artificial. Este avance ha permitido la creación de «huellas maestras», capaces de identificar a varias personas a partir de características biométricas comunes, incrementando así el riesgo de suplantación de identidad.

El principal problema con estas tecnologías radica en la dificultad de recuperar la privacidad una vez que esta se ha perdido. La identidad y rasgos físicos de un individuo, como el rostro o las huellas dactilares, son inalterables y permanentemente expuestos.

Además, las huellas dactilares pueden ser recogidas sin el conocimiento del individuo, tal como ha señalado la Comisión Nacional de la Informática y las Libertades. Esta situación plantea un desafío crítico: proteger la identidad y privacidad en un mundo cada vez más digitalizado y biométricamente conectado.