En la idílica costa occidental de la isla de La Palma, Canarias, se encuentra Tazacorte, un pintoresco pueblo entre el Atlántico y extensas plantaciones de plataneras. Sus casitas de colores dan vida a la playa de arena negra, convirtiéndolo en uno de los lugares más hermosos de La Palma. Sin embargo, tras esta apacible estampa, se esconde un capítulo sorprendente del pasado: la declaración de independencia de Tazacorte.

La historia de Tazacorte se entrelaza con la conquista de La Palma en 1492, cuando se estableció el primer campamento en la desembocadura del barranco de Las Angustias. Inicialmente, dedicada al cultivo de caña de azúcar, la región experimentó un declive a finales del siglo XVIII, llevando a sus habitantes a condiciones de pobreza extrema.

A lo largo del siglo XIX, Tazacorte se recuperó económicamente, diversificando sus actividades hacia la pesca, la cría de cochinillas, y más tarde, cultivos como el tomate, el tabaco y el plátano. A pesar de su prosperidad, el pueblo estaba sometido al control de la familia Sotomayor de Los Llanos, frenando su desarrollo y motivando a los «bagañetes» a luchar por su autonomía.

En 1911, el rey Alfonso XIII concedió a Tazacorte el título de ciudad, celebración que se vio truncada días después por una rectificación gubernamental que alegaba confusión con Tacoronte, en Tenerife. La ira que generó este revés alimentó el deseo de independencia.

En 1925, cansados del control de Los Llanos, los habitantes de Tazacorte declararon su independencia de Los Llanos y de España. Sin embargo, esta audaz decisión duró apenas tres días. Las autoridades respondieron enviando un buque de guerra, que, lejos de disuadir, disparó un obús hacia el vecino pueblo de Argual. Este acto precipitó la rendición de Tazacorte, que volvió a declararse española.

Aunque fugaz, este episodio allanó el camino para que Tazacorte lograra su verdadero anhelo: convertirse en un municipio independiente de Los Llanos de Aridane. Hoy en día, la ciudad resplandece con sus casas coloridas, playas de arena volcánica y una identidad marcada por el cultivo del plátano.

Tazacorte, un tesoro de La Palma, invita a los visitantes a explorar su historia en el Museo del Plátano, disfrutar de su gastronomía y sumergirse en su entorno natural a través de senderos que revelan la exuberante belleza de la isla y actividades como el buceo deportivo y el avistamiento de cetáceos. En sus calles, resuena el eco de aquellos días de independencia fugaz, recordándonos que, a veces, la lucha por la libertad deja un legado perdurable.