En la actualidad, el mundo cuenta con 20.000 desaladoras en funcionamiento, y el 60% de su producción se destina al suministro de agua potable para las ciudades. Arabia Saudí y Estados Unidos encabezan la lista, mientras que España se ubica en la quinta posición con 770 desaladoras.

La historia de la desalación en España se remonta a 1964, con la primera planta en la isla canaria de Lanzarote. Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización, destaca que España es «una potencia mundial en desalación«, produciendo más de 5 millones de metros cúbicos de agua desalada al día.

LA DESALADORA DE BARCELONA

Barcelona lidera en Europa con la mayor planta desalinizadora desde 2009, abasteciendo a 5 millones de personas diariamente. Sin embargo, el desafío radica en el elevado costo, siendo tres veces más caro que el agua de fuentes naturales.

Expertos, como Julio Barea de Greenpeace, consideran la desalación como la última opción, crucial en épocas de sequía extrema. Para abaratar costos, algunas plantas incorporan energías renovables, especialmente la solar.

A pesar de los avances, el consumo energético sigue siendo alto, siendo la principal barrera para reducir los costos finales. La sequía ya afecta a siete millones de personas en España, con un impacto económico significativo.

Otro desafío ambiental es la salmuera generada por las desaladoras, con altas concentraciones de sal que afectan negativamente a los ecosistemas marinos. Se destaca la importancia de un estudio de impacto ambiental y ubicaciones adecuadas para minimizar estos efectos.

Ante la crisis hídrica, el Consejo de Ministros de España ha aprobado un plan de actuaciones urgentes, que incluye la construcción de tres nuevas plantas desaladoras en el sur de la península con una inversión de 640 millones de euros. Además, se prevé invertir 600 millones en desaladoras más pequeñas alimentadas por energía solar.

La desalación en España se presenta como una herramienta vital en momentos de sequía, pero la búsqueda de soluciones económicas y ambientalmente sostenibles sigue siendo un desafío crucial en la gestión del agua en el país.