El resultado de las elecciones dejan una España dividida en dos. Donde el PP gana en casi todas las provincias a otra España donde el PSOE resiste y el nacionalismo sigue siendo hegemónico. El sanchismo que dieron por muerto sigue tocado pero no hundido. Habrá sido derrotada Sánchez, pero nunca una derrota fue tan aplaudida en Ferraz. Las alianzas estrategias con los socios independentistas no han sido ni castigadas ni censuradas. El PSOE ha sabido resistir a pesar de ello y del duro golpe de las elecciones autonómicas y municipales, donde perdieron casi todos los feudos.

La realidad del país que arrojan las urnas deja un escenario de Sánchez y sus formas de gobernar junto aquellos que quieren dinamitar el orden constitucional del 78. No es nueva esta historia. Toda gobernabilidad pasará por Bildu y el liderazgo del etarra Otegi, las exigencias secesionistas de Esquerra Republicana y Junts, el partido del fugado y prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont.

Los que querían enterrar a Sánchez antes de cazarlo tuvieron una agria noche electoral. Las cifras son las cifras: el domingo, los socialistas obtuvieron más votos que en las anteriores generales. Por lo que no hay un voto de castigo mayoritario contra Sánchez. Por activa o por pasiva, por sus méritos o por los deméritos de Podemos reconvertido en Sumar: Sánchez aguanta el tirón del tsunami de las derechas que las encuestas vaticinaban.

Y esto aún tiene más sentido territorio a territorio. Los socialistas han aguantado en Andalucía y en Madrid, dos regiones donde el PP está en auge y donde hay muchos diputados nacionales en juego. Y esto tiene una explicación: el antisanchismo calaba en el votante pero no estaba consolidado el mensaje. Es decir: Genova menosprecio al rival y dio por enterrado a Sánchez.

Precisamente, esta ha sido la tesis manejada por el PP desde hace meses y que en la campaña electoral ha multiplicado. Desde el minuto uno, Feijóo dejó a un lado la campaña de pro positiva del PP con propuestas de calado y transformación para el país. Su mensaje más nítido fue el mantra de “España o Sánchez”. Se basó en las mentiras, en las incongruencias, en el nepotismo y en sus alianzas irrespirables para el futuro del país. Mensajes que su electorado de centro derecha y la gran mayoría de los considerados de centro, o que suelen cambiar su voto, ya conocían bien. La clave está en que hacia falta apuntalar ese mensaje con algo esperanzador. Feijóo poco detalló de su programa electoral o de la visión económica que tenía para un país que languidece al compararse con otros países más pujantes. Por no decir que no tuvo ni un referente económico o un candidato a ministro del ramo. El fracaso de Feijóo fue ese: sólo vendiendo las maldades del antisanchismo no basta. Esto no va de señalar al contrario, sino de alzarte como líder con un proyecto de país nítido. Donde dicen que los programas electorales ya no los leen ni los propios candidatos y que ni siquiera sirven, es completamente falso. Si no hay proyecto, hay insolvencia o falta ambición por cambiar las cosas.

El otro gran fracaso del PP ha sido el que siempre adolece: el miedo a ser lo que es y a lo que sus votantes piensan. Las alianzas o pactos potenciales con VOX han sido atizadas por sus dirigentes. Mientras la izquierda alienta el fantasma del fascismo, el PP se pone de perfil al pactar un gobierno con ellos. Lo dijo Ayuso en su momento. El PP no es Vox ni aspira a serlo, pero hay que saber quien te vota y mucho más quien tienes enfrente.

Sánchez dio el espacio necesario a Sumar y a Yolanda Díaz y le funcionó a las mil maravillas. Se vio en el debate a tres, entre Sánchez, Díaz y Abascal. A pesar de la resistencia del PSOE en gran parte de España, el acuerdo entre PP y Vox, o la suma amplia de ambos, ha sido ratificado en estas urnas. De Extremadura, con el lío político que originó la baronesa Guardiola, a Aragón donde el PP ha arrasado y a pesar de no tener atada la presidencia de la comunidad desde hace ya casi dos meses.

Ese miedo a la derecha reaccionaria sólo ha funcionado donde el peso del nacionalismo es hegemónico. En Cataluña, País Vasco y Navarra el voto del miedo a Vox ha ido directo al PSOE de Sánchez.

Feijóo apuntó alto durante la campaña con las expectativas y los suyos afirmaban incluso que podrían llegar a los 155 diputados. Lejos de la realidad. Feijóo pensó que le esperaba la alfombra roja en la puerta de La Moncloa sin mover un dedo. Se equivocó. Y ahora sólo toca esperar a Sánchez y el todo por gobernar con sus aliados ya naturales, que no forzados por las circunstancias electorales.