El próximo mes de agosto la princesa Leonor iniciará su formación militar en la Academia General Militar, siguiendo los pasos de su padre, el rey Felipe VI, y de su abuelo, el rey Juan Carlos I. El curso académico militar comenzará en Zaragoza en septiembre y concluirá en julio, y la princesa se encontrará con una ciudad muy diferente a la que pisaron su padre y su abuelo.

Su padre, el rey Felipe, estuvo en Zaragoza entre 1985 y 1986. Y su abuelo, el rey emérito, estuvo en la ciudad entre 1955 y 1957. Las crónicas de la época señalan que en Zaragoza Juan Carlos vivió como un cadete más, recorriendo las calles de la ciudad en las tardes de permiso, y sin escolta. Don Juan Carlos tiene en su memoria lugares como La Espiga, en la calle Zurita, La Nicanora y sus famosas papas bravas y bocadillos de calamares, o los cacahuetes de Casa Félix.

El rey Felipe, ya salía por Zaragoza con guardaespaldas, aunque por su altura, era claramente visible. En la época, se le veía habitualmente por la «zona pija» de Zaragoza, lugar por el que salían los cadetes de la Academia General Militar. Bares de copas como Tal Cual, el Mami Blue, el Oh’de Beber o la Taberna del Tío Jorge (Francisco de Vitoria, 12), eran algunos de los sitios habituales a los que acudía el príncipe con sus amigos.

El Gora, en Francisco de Vitoria, también fue visitado por el entonces heredero de la Corona; también visitó La Nicanora, lugar que ya visitaba su padre, y la discoteca Pachá. El entonces príncipe de Asturias también tenía una suite en el Gran Hotel para pasar los fines de semana que tenía libre, el mismo establecimiento en el que también se alojó Don Juan Carlos.

La Zaragoza que se encontrará la princesa Leonor será bien distinta. La ciudad ha crecido mucho, la sociedad ha cambiado, y probablemente, la princesa no tendrá la libertad que tuvieron su padre, y en especial su abuelo. Las posibles amenazas de seguridad, y la presencia de móviles con cámara harán que su presencia en las calles de la capital aragonesa no pase inadvertida para nadie.

LOS PLANES QUE TIENE QUE HACER LEONOR EN ZARAGOZA

El Tubo y sus tapas podrían ser visitados por la princesa Leonor / Hoy Aragón

En los ratos en los que la heredera de la Corona tenga libres, por las tardes, o los fines de semana, podrá conocer profundamente la ciudad. Y aunque a buen seguro irá creando sus rutas o sus lugares favoritos, desde HOY ARAGÓN queremos hacer una selección con algunos de los planes que la princesa de Asturias debería hacer en nuestra ciudad para quedarse prendada de ella.

Para empezar, y dado que dicen que no hay mejor táctica para conquistar a alguien que mediante el estómago, debería conocer a fondo la gastronomía zaragozana, y aragonesa por extensión. El tapeo por el Tubo, por la plaza de Santa Marta o por la Madalena es un imprescindible sí o sí. Para probar las tapas de siempre, o esas tapas de vanguardia que actualizan los productos y las recetas tradicionales para darles un aire nuevo y delicioso.

También debería hacer un recorrido por algunos de los restaurantes de Zaragoza que más han están apostando por renovar nuestra gastronomía y poner de moda de nuevo productos como la borraja, o las nuevas formas de comer ternasco más allá de la paletilla de siempre. Aún así, si quiere emular los pasos de su padre el rey Felipe, también puede visitar El Fuelle. Un 27 de abril de 1986, el joven príncipe Felipe visitó este restaurante situado en la calle Mayor. Al entrar en el restaurante, los clientes comenzaron a aplaudirle. Y si quiere comer alguna hamburguesa o un perrito caliente siguiendo el ejemplo de su padre, siempre podrá acudir a clásicos como La Mostaza, Cebrián o Jalos.

Junto con la gastronomía, Leonor de Borbón no debería dejar de conocer esos cafeterías con encanto que tanto nos gustan para tomar un café con una tarta, en direcciones como Doña Hipólita, Palmaria Café o La Clandestina. Y por cerrar el tema gastro, tampoco podemos dejar de recomendar que visite cualquiera de las pastelerías que hay en la ciudad. Porque si por algo destaca Zaragoza frente a otras ciudades, es por la excepcional repostería que tenemos… Desde Fantoba a Ascaso, pasando por Marquesán o Cibus en tu mesa.

Para conocer bien la ciudad, no puede dejar de callejear por las calles del Casco Histórico, disfrutando de los escaparates de los pequeños comercios locales, y conocer algunas de nuestras plazas más coquetas, como la de San Felipe, o la del Justicia además de conocer los templos o los palacios renacentistas construidos en la época de mayor esplendor de la capital de este viejo Reino.

La Aljafería fue palacio real de los monarcas aragoneses /  Juan Moyano

Y ya que hablamos del Reino de Aragón, tampoco debería dejar de visitar dos lugares clave para la monarquía aragonesa: el palacio de la Aljafería, antiguo palacio real, y la Seo, lugar donde los reyes de Aragón eran coronados y juraban nuestros fueros. Allí, imprescindible que admire el muro mudéjar de la parroquieta (declarado Patrimonio de la Humunidad), y que se pierda por el barrio de la catedral, disfrutando de rincones como el Arco del Deán, o de palacios como la Real Maestranza.

Dentro del ámbito cultural, la princesa de Asturias no puede dejar de visitar el que para muchos es el museo más bonito de la ciudad: el museo Pablo Gargallo. Situado en un palacio renacentista en una de las plazas más coquetas de la ciudad, este museo alberga la obra del increíble escultor aragonés Pablo Gargallo. En el ámbito cultural, en el listado no pueden faltar el Museo de Goya, para conocer el legado de nuestro pintor más universal, o el palacio de la Lonja, por las exposiciones que allí se muestran, y por ser uno de nuestros edificios más emblemáticos, representante de la opulencia y la expansión económica de la Zaragoza renacentista, cuando la capital aragonesa era conocida como la Florencia española.

Para acabar, no podíamos olvidarnos del Parque Grande. Ver atardecer desde El Batallador, disfrutar del Paseo de San Sebastián con sus fuentes, o pasear por rincones como la Rosaleda, también deberían figurar en la agenda de la heredera de la Corona para que pueda comprender un poco la idiosincrasia y las costumbres de la ciudad en la que vivirá durante unos meses.