Teodora había estado preparando este viaje durante meses. «Era la boda de una amiga de toda la vida; me hacía mucha ilusión ir, incluso ya tenía hora para la peluquería«, explicaba horas después de la triste noticia.

No se trataba de una avería en el vuelo 43192 de Wizz Air con destino a Bucarest, ni un retraso por motivos técnicos o climatológicos. «Subimos casi todos los pasajeros, cerca de doscientos, y todo estaba bien hasta que llegó ese hombre», explica Teodora. Cuando dice «Ese hombre» se refiere a un pasajero que no estaba en condiciones de volar.

Todos, recuerda, se giraron al ver que parecía haber un problema; al ver a la tripulación hablar con un pasajero que no parecía hacerles caso. Según explica la Guardia Civil en una nota, «un pasajero en estado ebrio averió una puerta del avión al tratar de abrirla a la fuerza». «Él no lo rompió pero hacía fuerza para abrirla; así estuvimos un rato hasta que llegaron los agentes», recuerda esta pasajera.

«Estaba borracho y nos asustamos; no sabíamos lo que iba a hacer», dice Teodora. Cuando llegaron los agentes de la Guardia Civil destinados en el Aeropuerto de Zaragoza redujeron al pasajero ebrio y lo sacaron del avión. «Hubo momentos de tensión porque no sabíamos que iba a pasar. Entonces nos dijeron que había roto la puerta y teníamos que esperar a ver si se arreglaba», añade esta joven.

«ME QUEDÉ EN TIERRA Y SIN BILLETE»

Teodora vio como bajaban a todos del avión y les invitaban a esperar en las instalaciones de Aeropuerto, «hasta nueva orden». «Nos dijeron que saldría al mediodía, y después a las once de la noche, pero…». Teodora fue una de las pasajeras que se quedó sin volar por la noche, cuando ya el avión, nuevo avión de la compañía WIzz Air despegó hacia Bucarest.

Esta joven se quedó sin boda; no solo perdió eso, sino su horario con la peluquería y un autobús que le iba a llevar al lugar del evento. «Nadie me ha devuelto nada, ni siquiera me han reingresado el dinero del billete del vuelo que perdí», denuncia.

Teodora decidió ir a Rumania, a su tierra, a saludar a la amiga que se casó a cuya boda no pudo asistir por un pasajero borracho y, de paso, a ver a su madre y a su abuela. «Ha sido una pena todo lo que pasado. Yo ahora me voy a Barcelona o coger otro vuelo. Un dinero extra que tengo que asumir, y otro perdido que no se si recuperaré», se sincera Teodora.