Europa se encuentra inmersa en un acalorado debate sobre los límites de velocidad en sus carreteras y calles. Mientras la tecnología automotriz avanza a pasos agitados para hacer que los vehículos sean más seguros que nunca, los países europeos están tomando diferentes caminos en lo que respeta a las velocidades máximas permitidas.

En un continente que ha abrazado el proyecto «Visión Cero» con el objetivo de eliminar por completo las fatalidades en accidentes de tráfico, se han implementado medidas para desacelerar a los conductores. Una de las herramientas polémicas es el limitador inteligente de velocidad, que plantea un futuro en el que los vehículos conectados impidan superar los límites máximos permitidos.

La República Checa, por ejemplo, ha dado un paso hacia adelante al proponer aumentar el límite de velocidad en algunas autopistas a 150 km/h. Aunque aún está en proceso legislativo, esta medida podría entrar en vigor a partir del 1 de enero de 2024, siempre y cuando el Senado y el Presidente la aprueben. Sin embargo, este cambio se aplicará solo en carreteras donde se pueda ajustar la velocidad telemáticamente según las condiciones.

Italia también está considerando una medida similar, con la posibilidad de elevar los límites de velocidad a 150 km/h en carreteras que cumplan ciertos requisitos, como tener tres carriles y señalización controlable de forma telemática. Esto requeriría la aprobación de un nuevo Código de circulación.

Por otro lado, Alemania mantiene su excepción en Europa al permitir tramos de Autobahn sin límite de velocidad en condiciones específicas, a pesar de años de debate sobre su sostenibilidad y los efectos en el medio ambiente.

La polémica radica en dos puntos principales. En primer lugar, la seguridad: algunos argumentan que aumentar la velocidad en las carreteras conlleva riesgos significativos, ya que a 150 km/h un conductor recorre aproximadamente 42 metros por segundo, lo que reduce el tiempo de reacción. Además, existe la preocupación de que los conductores superen los límites incluso si se aumentan.

En segundo lugar, la cuestión ecológica está en juego, ya que elevar la velocidad implica un mayor gasto de combustible y una mayor emisión de CO2. Esto va en contra de los esfuerzos para combatir el cambio climático.

El debate sobre los límites de velocidad en Europa continúa, con opiniones divididas entre los conductores y la necesidad de encontrar un equilibrio entre seguridad vial y preocupaciones medioambientales. El destino de las carreteras europeas y sus velocidades máximas está en constante evolución.