Enclavado en las colinas del Maestrazgo turolense, Tronchón es un tesoro histórico y gastronómico, cuyas raíces se entrelazan con la reconquista de Alfonso II y la mística orden del Temple. Este rincón aragonés, más allá de su impactante patrimonio arquitectónico, ha ganado notoriedad por un producto que conquistó hasta al mismísimo Don Quijote: el queso de Tronchón.

TRONCHÓN

Desde las alturas de la Muela Monchén, a 1.009 metros sobre el nivel del mar, este pequeño municipio ha presenciado siglos de historia. Su queso, una deliciosa tradición que se elabora desde tiempos inmemoriales, se convierte en protagonista en la obra maestra de Miguel de Cervantes. En 1615, en la segunda parte de «El Quijote», Cervantes menciona el queso de Tronchón, evidencia de su importancia incluso en aquel entonces.

Los viajeros curiosos que se aventuren a este rincón aragonés no pueden perderse el Centro de Interpretación del queso de Tronchón. Aquí, descubrirán los secretos detrás de la elaboración y cura de este manjar que ha perdurado a lo largo de los siglos.

Pero Tronchón no solo es famoso por su queso. Declarado Conjunto Histórico Artístico, el pueblo despliega un rico patrimonio arquitectónico. La iglesia de Santa María Magdalena, construida entre 1612 y 1625, junto con la monumental torre de sillería de 1797, son testigos de su pasado. El ayuntamiento de 1556 y la Cárcel Antigua, un edificio gótico parcialmente excavado en la cantera, añaden capítulos fascinantes a esta historia viva.

GASTRONOMÍA Y ACCESOS

El restaurante Casa Matilde, en la calle Crucera, 1, se erige como un excelente rincón para degustar las delicias locales. Para llegar a Tronchón desde Teruel, la A-226 ofrece un viaje de casi dos horas en coche, mientras que desde Zaragoza, la N-232 presenta un trayecto de aproximadamente dos horas y media.

Tronchón, no solo tiene un queso que cautivó a Don Quijote, sino que también es un pedazo vivo de la historia aragonesa.