El proceso de convertir los alimentos en energía se llama metabolismo. La eficiencia de este proceso determina cuántas calorías quemamos y, en última instancia, afecta nuestra capacidad para perder o ganar peso. Más que solo «lo que comemos», es «cuándo comemos» lo que puede tener un impacto significativo en nuestra salud metabólica.

El Dr. Fernando Fernández Bueno, del conocido canal de YouTube Medicina Clara, nos brinda una perspectiva más amplia al decir que «el ritmo metabólico es una interacción de factores genéticos, edad, dieta, condiciones del sistema endocrino y varias condiciones médicas». Aunque algunos de estos factores están fuera de nuestro control, otros, como la dieta y el ejercicio, están al alcance de nuestras decisiones diarias. «Necesitamos enfocarnos en una dieta equilibrada y en el deporte para tener un incremento muscular que pueda acelerar el metabolismo», recomienda el Dr. Bueno.

Un mito popular sostiene que comer pequeñas comidas frecuentes a lo largo del día puede acelerar el metabolismo. La dietista Mónica Acha refuta esta idea, sosteniendo que la clave no es la frecuencia con la que comemos, sino la cantidad. «Lo que importa es no consumir más de lo que nuestro metabolismo puede procesar», advierte Acha.

Un reciente estudio de la Universidad de Harvard proporciona evidencia de la importancia del «cuándo comemos». La investigación reveló que las personas que cenaban tarde tenían un metabolismo más lento, mayor apetito y acumulaban más grasa que aquellos que cenaban temprano, a pesar de consumir la misma cantidad de calorías.

Entonces, ¿cuál es el mejor momento para cenar? La investigación sugiere que comer temprano puede aumentar la leptina, la hormona que nos hace sentir llenos, lo que ayuda a reducir la ingesta calórica. Otro estudio realizado por el Instituto Salk de San Diego propone que todas las comidas del día deberían consumirse dentro de un intervalo de 12 horas para optimizar la salud metabólica.

En conclusión, la pérdida de peso y la salud metabólica son el resultado de una compleja interacción de factores. Aunque no podemos controlar nuestra genética o edad, tenemos un papel activo en la elección de nuestra dieta y estilo de vida. Y más allá de solo «qué» comemos, «cuándo» comemos también puede jugar un papel crucial en nuestra salud general. Es hora de que repensemos nuestros hábitos y les demos la importancia que merecen.