Rodrigo Lanza encara el juicio del ‘caso tirantes‘ con la sonrisa de un monaguillo. Con un más que razonable cambio de aspecto, ¿quién puede sospechar que este tierno personaje haya asesinado a un hombre de 54 años?

Él tan sólo pasaba por un bar una noche de diciembre de 2017. Desde ese momento, todo fue un cúmulo de circunstancias que le llevaron a prisión permanente sin fianza. Qué cosas. Lo que a todos nos sucede cada día.


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El monaguillo Rodrigo Lanza reconoce que el miedo se apoderó de él como un espíritu malvado dentro del cuerpo de un joven que nunca ha roto un plato. Lo que sucede, es que Rodrigo Lanza no es ni un bonachón monaguillo, ni sufre un temible error judicial que le acusa de un asesinato.

El actual monaguillo es un antisistema reconocido por las fuerzas policiales, con numerosas muestras de radicalismo en sus venas y hasta con el precedente de dejar tetrapléjico a un policía en Barcelona en el desalojo de una casa okupa.

E incluso es un viejo conocido del centro okupa Kike Mur de Zaragoza. Un lugar auspiciado por la extrema izquierda donde sus inquilinos cuentan con una larga lista de delitos y de enfrentamientos policiales.

La vestimenta actual de niño bueno encajaría si su hoja delictiva estuviera impoluta. Pero su nuevo aspecto no engaña a nadie. Los antecedentes de Rodrigo Lanza pesan demasiado.


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Rodrigo Lanza no luce el aspecto que más le identifica con su ideología. Ni rastas, ni tatuajes, ni pendientes, ni cresta, ni aspecto antisistema. Lo que sucede es que un juez acojona mucho.

Lo bueno es que los hechos aportados por la Policía Nacional, la investigación judicial y el papel de la acusación pesa demasiado. No hay camisa ni zapatos que frene su futuro en la cárcel.