Zaragoza quiere ser una ciudad pionera en la lucha contra el cambio climático. Con un compromiso firme y acciones concretas que la encaminan a alcanzar la neutralidad climática en 2030. Este esfuerzo, que lidera la alcaldesa Natalia Chueca, no está lleno de palabras vacías e intenciones vacuas. Los hechos ya superan a las promesas.

Por ejemplo: la ciudad cumple con los estándares europeos al reciclar el 50% de los residuos generados o del objetivo de plantar 700.000 árboles en la próxima década ya están plantados 197.000. O que más de un tercio de la flota de autobuses públicos se han transformado en electricos y se ha dicho adiós a la combustión.

De ahí que el ambicioso objetivo de que Zaragoza sea una ciudad climaticamente neutra refleje la determinación de la capital aragonesa por liderar en sostenibilidad y responsabilidad ambiental. Y no es por una cuestión ideológica o de seguimiento a pies juntillas de la agenda 2030, que critica un sector de la población.

La sostenibilidad y el buen uso del consumo energético y fósil debe ser ya algo intrínseco a las sociedades. No por un tema buenismo climático sino por una mayor eficacia de los recursos disponibles y un comprometido respecto con la naturaleza. Esta sería la primera idea clave.

Desde que en 2020 Zaragoza visualizara su compromiso con el medio ambiente, se ha embarcado en una travesía que busca no solo reducir significativamente las emisiones de CO2 sino también absorber más emisiones a través de un enfoque transversal. La transformación de más de un tercio de su flota de autobuses a eléctricos, la instalación de más de 149 cargadores eléctricos en diversos distritos, y la expansión de una red pública de bicicletas eléctricas son pasos concretos hacia un sistema de transporte más sostenible y eficiente.

La segunda idea, y que está haciendo de Zaragoza el crisol de la llegada de grandes multinacionales como Meta, Microsoft o AWS, tiene que ver con el ámbito energético. Zaragoza aprovecha su abundante sol y viento, implementando proyectos de energía solar en espacios públicos y promoviendo la rehabilitación energética de viviendas públicas.

Este compromiso no solo persigue la eficiencia energética sino que también se enfoca en el bienestar de los ciudadanos, especialmente los más vulnerables, ofreciendo energía gratuita a quienes más lo necesitan y facilitando mejoras en las viviendas que promueven un ahorro significativo en las facturas de gas y luz.

La economía circular es otro pilar fundamental en la estrategia de Zaragoza, como tercera idea de por qué Zaragoza hace bien en caminar hacia la sostenibilidad absoluta. La ciudad cumple con los estándares europeos al reciclar el 50% de los residuos generados y aspira a convertir el 45% de los residuos no reciclados en energía, con el ambicioso proyecto de ser la primera ciudad cero residuos. El Bosque de los Zaragozanos, con el objetivo de plantar 700.000 árboles en la próxima década, es un testimonio del compromiso de Zaragoza con la reforestación y la absorción de CO2.

Por último y en cuarto lugar, la transformación de Zaragoza no sería posible sin un modelo de cogobernanza, que involucra a ciudadanos, empresas y el sector educativo en la misión de sostenibilidad. La colaboración con el centro tecnológico CIRCE es crucial, brindando asesoramiento y apoyo a pequeñas empresas y autónomos en la reducción de sus emisiones.

Queda menos de lo que parece para el año 2030 pero Zaragoza ya se erige como un ejemplo de cómo una ciudad puede liderar en sostenibilidad, demostrando que con ambición, colaboración y acción concreta se puede llegar a alcanzar la neutralidad climática. El camino y la ruta de Natalia Chueca es correcta y con ello la ciudad gana ahora… y gana con creces para las próximas generaciones con rotundidad.

*Álvaro Sierra es director de HOY ARAGÓN