«Si yo en ese momento me hubiese defendido de manera proporcional hubiese ido imputado por un delito de malos tratos», explica este funcionario de prisiones, jefe de servicio, que fue agredido en la prisión de Zuera por un preso hace tan solo un par de días.

«Una más», dicen los sindicatos de funcionarios de prisiones como ‘TAMPM’, ‘Tu Abandono Me Puede Matar’. Este funcionario público sigue de baja y todavía no se ha recuperado de la lluvia de patadas y puñetazos que recibió de un preso de 24 años.

Hoy tiene el valor de relatar a HOY ARAGÓN los detalles de una agresión que comenzó por un teléfono móvil. «Estábamos realizando un cacheo en el módulo 9 y descubrimos en una celda un ‘smartphone’, algo que es ilegal dentro de prisión«, explica este funcionario.

La sanción por tener un teléfono móvil dentro de la cárcel son 20 días de privación de paseos. «Las dos horas en las que pueden salir al patio, al no poder hacerlo, las pasan en su celda, muchas con televisión y otros entretenimientos«, añade.

Este preso les recriminó el hecho y horas después generó problemas con otros reclusos. «Entramos en el módulo a ver qué ocurría y este preso, alterado y nervioso, me propinó varios puñetazos, me rompió la camisa, las gafas y una cadena que llevaba al cuello, y acabó dándome una patada en la cara«. Lejos de recular, algo aturdido, explica, siguió intentando razonar con él para se que calmase.

«Cuando pensé que ya estaba más calmado, cogió una silla, y si no es porque dos internos más le agarraron, me la rompe en la cabeza», sentencia. Este funcionario salió del módulo sangrando, se curó alguna herida con el botiquín con el que cuentan y llamó a casa a decir que estaba bien.

«NO VALE LA PENA VIVIR CON MIEDO»

No es la primera que es víctima de golpes o insultos por parte de reclusos en la prisión de Zuera. «Es el día a día; hay un 15% de presos malos que faltan constantemente al respeto y consiguen que esto cada día sea más difícil de vivir».

Dice este funcionario que su sensación ahora es de frustración y asegura que no merece la pena vivir con el miedo que sienten a diario. Hace unos días sus compañeros se manifestaban en la Plaza de España para apoyar a Nuria, una cocinera que trabajaba en la cárcel de Tarragona y que acabó siendo asesinada por un preso que después se suicidó.

«Es un problema de responsabilidades, de darnos autoridad que no tenemos, de normas de los años 80 para cárceles del 2024… El miedo nos va a matar», sentencia este funcionario.