Ser autónomo en España implica enfrentarse a una compleja estructura de impuestos que requiere una planificación minuciosa. Los tres pilares de esta tributación son el IVA, el IRPF y la Seguridad Social.

El IVA, el Impuesto sobre el Valor Añadido, es una preocupación constante. Cada trimestre, debes calcular la diferencia entre el IVA recaudado y el IVA deducible en tus facturas, lo que conlleva un desembolso significativo.

Por otro lado, el IRPF (Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas) es un impuesto que grava tus ingresos como autónomo. Para muchos autónomos, esto significa retener un 15% de sus ingresos por factura, lo que disminuye su sueldo bruto.

La Seguridad Social es otro desafío. Tu cuota mensual depende de tus ingresos netos, lo que puede convertir un gasto fijo en uno variable. Las tablas de cotización de autónomos marcan las pautas.

Desgravar gastos es posible, pero no todos son deducibles. En España, demostrar gastos relacionados con la vivienda puede ser complicado. Solo puedes deducir un porcentaje de los gastos de suministro si trabajas desde casa.

Ser autónomo implica afrontar estos tres impuestos esenciales. Para lograr un ingreso neto deseado, debes tener en cuenta no solo tus ingresos brutos, sino también estos impuestos y los gastos asociados. En la práctica, tus ingresos brutos pueden reducirse significativamente, lo que hace que ser autónomo sea un desafío financiero constante.