Acabamos el mes de noviembre con una semana aterradora en lo que a la movilidad y la seguridad vial se refiere en la ciudad de Zaragoza. Mientras, por un lado, encendemos las luces de Navidad y llenamos las calles de alegría y bullicio prenavideño, hay familias cerca de nosotros para las que dichos eventos han perdido todo sentido. Cerramos la última semana del mes con un total de ocho atropellos y un choque frontal.  

De las víctimas, dos han sido mortales, otro atropellado se debate entre la vida y la muerte en la UCI del Miguel Servet a la hora de escribir estas líneas, dos han resultado heridos de gravedad y cuatro de carácter leve. El choque frontal se ha llevado por delante también la vida de otro de nuestros vecinos. 

En total, tres personas han perdido la vida y un cuarto lucha por sobrevivir. Pero si toda esta descripción de eventos es, como hemos dicho, aterradora, no lo es menos la indiferencia e impavidez de instituciones y medios de comunicación.

Los primeros se ponen de perfil como que la cosa no va con ellos y los segundos, se limitan a ser vehículo de transmisión de la noticia olvidando su papel fiscalizador de los primeros para exigirles, no solo responsabilidades sino también, acciones y medidas tangibles encaminadas a evitar lo que, en muchos casos, debería ser evitable.  

Mientras nos escandalizamos ante muertes absolutamente abyectas y condenables y se dedican ingentes cantidades de dinero y recursos a acciones o proyectos con marcado carácter ideológico, nos encogemos de hombros ante los muertos por atropellos, choques o vuelcos, reflejando con nuestro lenguaje corporal que los hemos interiorizado como algo “normal” e “inevitable”.

Una suerte de “capricho macabro” del destino frente al que nada puede hacerse. Como mucho, y no en todos los casos de forma adecuada, la justicia se dedica a buscar “culpables” pero nadie se ocupa (ni se “pre”ocupa) de identificar las causas de dichos accidentes en una perpetuación perversa e infecunda de la “cultura de la culpa”, más preocupada en tirar balones fuera y en eludir responsabilidades que de hacer un diagnóstico preciso y aplicar un tratamiento que permita evitar la repetición de dichos acontecimientos.

Algo tan absurdo como si el médico echa la culpa al tabaco del cáncer de pulmón, pero no hace nada para que su paciente deje de fumar. Si ya tenemos al culpable… para qué hacer nada más, ¿verdad? 

Me viene a la cabeza el atropello de Mario Azúa, hace ahora poco más de un año y a quien, con 14 años y con toda la vida por delante, un autobús urbano lo arrancó de los brazos de su familia mientras cruzaba en verde con su patinete.

No puede haber forma más cruel de que la vida golpee a unos padres y a un hermano. Un año ha pasado y todo sigue igual. Nada hemos aprendido. El carril bici, el paso de peatones, el semáforo de la calle Argualas… todo sigue exactamente como aquel día. Nadie se ha preguntado ni preocupado por analizar si están bien diseñados, si se puede hacer algún cambio que contribuya a mejorar la seguridad de los más vulnerables.

Nuestro grupo municipal de Vox introdujo, vía enmienda presupuestaria, una partida en el Presupuesto de 2023 de 250.000 euros para la instalación de pasos de cebra iluminados inteligentes y semáforos con pulsadores. Ese dinero quedó perdido en el fondo del cajón y sin ejecutar. Dejemos todo como está, no sea que alguien pueda pensar que algo se hizo mal y puedan pedir responsabilidades a quien lo diseñó originariamente.

Quitemos el carné de conducir unos meses al conductor del autobús que causó el atropello, que el seguro pague a la familia unos miles de euros y… pelillos a la mar. Circulen, que aquí no hay nada que ver. 

Si al menos la muerte de Mario hubiera servido para evitar las muertes de esta semana, es posible que su familia encontrara cierto consuelo. Pero todo sigue igual… nos encogemos de hombros y nos limitamos a culpar a la sudadera oscura de Mario, a las distracciones, a la velocidad, a la falta de visibilidad o a los fallos de percepción.  

La vida sigue. Volverá a jugar el Zaragoza en la Romareda. Los políticos se volverán a hacer fotos guardando minutos de silencio por unas víctimas mientras ignoran y dan la espalda a otras. Encenderemos las luces de Navidad. Los periódicos seguirán dando noticias hasta el próximo atropello. La vida sigue… pero no para todos. 

*David Flores es concejal de VOX en el Ayuntamiento de Zaragoza