El anuncio de la Diputación Provincial de Zaragoza, encabezado por el PSOE de Sánchez Quero y secundado por Lola Ranera y Mayte Pérez, fue la constatación de que los socialistas nunca estuvieron a la altura del momento con la nueva Romareda.

Su deseo de no participar en la financiación de la nueva Romareda, a través de una sociedad mixta con el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento, el Real Zaragoza y otros posibles entidades como Ibercaja Banco, no ha hecho más que constatar lo que a todas luces ya se sabía.

En la última oportunidad de tener un nuevo estadio, tampoco han querido subirse al proyecto. O al menos escuchar, ya que no ha habido ocasión de que la Diputación de Zaragoza -la gran administración que gobierna el PSOE aragonés- se pudiera sentar a escuchar la idea del Ayuntamiento para reflotar el proyecto, tras las dudas jurídicas que aludió el TACPA por el recurso de Podemos.

La mejor oportunidad ya es historia: que el Real Zaragoza pagara íntegramente las obras de la nueva Romareda. Nadie duda de que Zaragoza requiere un estadio moderno que refleje su estatus como la cuarta ciudad del país. No solo para honrar la pasión de los sufridores zaragocistas, sino porque los estadios ya son una pieza clave en el puzzle de atracción de inversiones y talento. Las catedrales del siglo XXI, dicen.

Porque un estadio moderno no es solo una casa para un equipo de fútbol; en media Europa se han convertido en un espacio multifuncional que acoge una variedad de eventos, desde conciertos hasta conferencias, y puede impulsar el atractivo de una ciudad.

Por eso sorprende la posición del PSOE desde el principio. Y aún más el talante de Sánchez Quero por no sentarse ni a hablar con la alcaldesa Chueca y con los interesados en el proyecto. Podría haber tenido -al menos- la misma urgencia por reunirse como la ha tenido con Victor Francos, secretario de Estado para el Deporte del Gobierno de Sánchez.

Esa celeridad la podía haber tenido con la alcaldesa Chueca o con el Real Zaragoza para disipar todas las dudas y sombras que aseguró tener sobre el proyecto de la nueva Romareda. Sin embargo, sólo se ha reunido con los suyos. Con los portavoces y las administraciones del PSOE. Y no lo hace por incapacidad, sino por sectarismo.

Porque sólo reunirte con los tuyos para hablar de la Romareda alimenta tu sesgo cognitivo pero no representa la institucionalidad que merece la Diputación Provincial. Decir que ‘no’ antes de saber nada explica a la perfección cómo actúa el PSOE con este tema. Hacerlo desde la sede del PSOE para criticar al Real Zaragoza de manera contundente, aún evidencia más el uso político de un partido que con la Romareda ha querido desestabilizar el tablero de juego desde el inicio.

Ahora bien, si se tienen dudas jurídicas o financieras, si se acusa a alguien de transparencia -como hace el PSOE-; lo mejor es sentarse, compartir las opiniones y si al final se discrepa, hacerlo con las formas y con el fondo. No como si fuera un patio de colegio.

Porque que el club financie la Romareda a su cuenta y riesgo, no convencía al PSOE. Que los propietarios con la administración pública hagan una sociedad mixta, al ejemplo de San Mamés en Bilbao, tampoco es buena idea para el PSOE. La pregunta aquí entonces es saber qué quieren. Sería fácil si supieran responder. Porque desde el principio han querido esquivar cada balón sin concretar donde quieren estar en el proyecto de la nueva Romareda.

Tras el varapalo jurídico del TACPA y la incapacidad del club por financiarse en los mercados, debido a la inseguridad jurídica, era el momento idóneo para el reencuentro del PSOE con la afición zaragocista. Aquella afición que aún no olvida los tiempos oscuros de Agapito Iglesias y Eduardo Bandrés, la dupla que el PSOE de Marcelino Iglesias sitúo en la presidencia del Real Zaragoza y casi lleva al club a la disolución.

Uno quizá debería pensar si con todo este circo montado desde hace meses, tras el recurso de Podemos al TACPA o el rechazo tajante del PSOE -un partido de Gobierno y con hechuras- le compensa a Jorge Mas y los suyos seguir en este negocio del fútbol en la ciudad. Invertir en el Real Zaragoza liquidando parte de su deuda e ilusionando a los zaragocistas y a su ciudad con un equipo competitivo y un estadio de primer nivel no es suficiente para el PSOE.

Lo mínimo que se les debería pedir es arremangarse, sentarse y entender bien lo que se juega la ciudad. Pero al final, el politiqueo de siempre. Ya fue Domingo Buesa quién torpedeó hace décadas la propuesta de Antonio Gaspar y el alcalde Belloch; y ahora otros lo hacen con una ceguera política absurda en la mejor oportunidad histórica por un nuevo estadio y con unos propietarios que apuestan sin dudar.

Al distanciarse de este proyecto, el PSOE no solo priva a la ciudad de una infraestructura fundamental y necesaria antes de que el estadio se caiga por obsoleto, sino que también se arriesgan a ser vistos como el obstáculo principal si Zaragoza no logra ser sede del Mundial 2030 que albergara España. O en caso de lograrlo y de inaugurar un nuevo estadio de La Romareda: ¿acudirán a la fotografía de inauguración? Porque ahí el mérito del nuevo estadio recaerá exclusivamente en el PP.

Zaragoza merece más que ser el tablero de un juego político y ahí radica la ceguera política del PSOE por no entender desde el principio que el asunto de la Romareda trasciende a todo. Es un asunto de ciudad. Algo capital para entender la Zaragoza del futuro.

*Álvaro Sierra es socio fundador y director de HOY ARAGÓN