Han pasado más de dos años desde que José y Herminia pasasen la peor tarde de sus vidas. Esta pareja de andorranos llamó aquella tarde de enero a los servicios de emergencias y a la Guardia Civil como ya habían hecho en otras ocasiones. «Siempre me acordaré de esa llamada que hice; me arrepiento tanto…», recuerda Herminia sin poder reprimir las lágrimas.

A partir de ese momento, todos los hechos se precipitaron. Joel, el mediano de sus tres hijos, con problemas psicológicos desde hace años, sufría un nuevo brote de esquizofrenia. «Dijeron que me había agarrado del cuello y amenazado y no es verdad«, repite el padre de Joel una y otra vez. Lo cierto es que llamaron, reconocen, porque le vieron alterado y en los cursos a los que han asistido para aprender a vivir con personas con esquizofrenia les recomiendan hacerlo.

Los cuatro agentes de la Guardia Civil que estuvieron intentando calmar al joven Joel acabaron, según sus padres, consiguiendo el efecto contrario. «Hace tan solo un año otros agentes vinieron y convencieron a Joel para ir al hospital con el dialogo y sin ningún problema», recuerdan. Pero esta vez no funcionó igual y tras dos horas de dialogo, intentos de reducir al joven e intervención incluso de su padre y hermano, nada se pudo hacer para evitar el fatal desenlace.

«Estábamos fuera y oímos los disparos. ¡Lo han matado! Gritaba mi marido muy nervioso», recuerda Herminia. «Yo incluso llegué a decirles cuando salían que sentía mucho que se hubiesen tenido que ver en esta situación», dice la madre de Joel. Pero luego vio a su hijo salir en la camilla, ya sin vida porque murió prácticamente en el acto a pesar de los intentos por recuperar su vida de los servicios sanitarios allí presentes.

Los guardias que estaban en la casa con el joven explicaron al juez que tenía un cuchillo y un destornillador en las manos con las que les amenazaba. En un momento dado, explicaron, Joel fue hacía uno de ellos con el destornillador y el guardia, al verse «atrapado» y con «riesgo de vida» efectuó los tres disparos con su arma reglamentaria.

«TENEMOS MÍNIMAS ESPERANZAS DE QUE ALGO CAMBIE»

Cuando les preguntamos si van a recurrir la absolución dictada por el juez a los guardias lo tienen claro: «Visto lo visto, nuestras esperanzas son mínimas. Es muy complicado que se cambe la sentencia«, dicen resignados. Todavía están en plazo y puede que cambien de opinión. Su objetivo nunca ha sido la venganza, sino la justicia para su hijo a quien recuerdan como una persona sensible, enferma e incapaz de causar dolor a nadie más que a él mismo. «Aquel día se amenazó con el cuchillo diciéndonos que se quitaría la vida», insiste Herminia.

Ahora esta mujer está volcada con las familias que tienen en su casa enfermos con esquizofrenia u otro tipo de enfermedad mental que haga a los que la padecen comportarse de manera agresiva. «Solo quiero que a nadie más le vuelva a pasar lo que nos pasó a nosotros; que nadie tenga que vivir esta situación que nos ha dejado marcados de por vida», dicen José y Herminia, que mantienen sus manos entrelazadas mientras sujetan un retrato reciente de su hijo Joel.