Llegaba el turno en el juicio del crimen de San José, conocido como el del rellano, de los forenses y peritos que iban a explicar al jurado popular los detalles de la muerte de Cristina. «Las puñaladas fueron de gran violencia y con una ideología homicida». Hasta en cuatro ocasiones repetía la misma frase la forense María Dolores Ramón.

Acompañada de su colega de profesión Susana Cosculluela, relataba paso a paso y mostrándolo cada detalle en un pdf que habían preparado. Los miembros del jurado han podido verlo con mucha claridad. Hasta 30 heridas con un cuchillo de 19 centímetros de hoja y cuatro centímetros de ancho, suficiente para poder causar la muerte de una persona.

«Tres en la cara, dos en el cuello, nueve en el tronco y abdomen, cuatro en la extremidad superior izquierda y 12 en la extremidad superior derecha», explicaban estas forenses. Algunas de estas puñaladas atravesaron el múculo y llegaron a seccionar incluso el hueso. «Por eso insistimos en la violencia y rapidez con que se produjeron los hechos», insiste Ramón.

Cristina murió en poco minutos, según el informe forense, por una hemorragia abdominal masiva. «sufrió una puñalada muy dura que atravesó el cuerpo hasta seccionarle el riñón izquierdo», explica esta perito.

NO SE HABRÍA PODIDO SALVAR

A pregunta del abogado de la familia de Crisitna, Rafael Ariza, y de la fiscal, de si la víctima podría haber sobrevivido a esta brutal agresión, Dolores Ramón ha sido muy clara en la respuesta: «No, no habría salido ya que alguna de las heridas eran mortales por necesidad. Y había perdido mucha sangre… Era casi imposible que sobreviviese a pesar de una rápida atención médica», asegura.

Un duro relato que los padres y hermanos de la víctima no han querido escuchar al no estar presentes. Si que lo ha hecho el acusado, Adil Lazizi, que ha seguido atentamente el relato de las forenses con un cierto interés y sin quitarles la vista de encima.

Además, estas peritos han indicado que Cristina tenía también heridas defensivas en las manos, en una de las cuales llevaba un corte muy profundo. «Como si hubiese intentado taparse con ellas, pero claro, es muy difícil», asegura Dolores Ramón.