La ofrenda de Flores a Nuestra Señora del Pilar es el elemento más importante e icónico de todas las fiestas. Cientos de miles de personas colapsan en la mañana del 12 de octubre el centro de la capital aragonesa para llevar millones de flores a la patrona de la ciudad. Pero aunque la ofrenda es el momento más internacional de las fiestas, lo cierto es que este acto no es el más antiguo, ya que nació a finales de los años 50. Pero entonces, ¿Cuál es el elemento festivo más antiguo de las fiestas? Sin lugar a dudas, la comparsa de gigantes y cabezudos.

La salida diaria de la comparsa es uno de los actos más populares de las fiestas, convocando a miles de personas, adultos y niños, durante su recorrido por las calles de la ciudad. Lo que seguramente pocos saben es que esta comparsa es la tradición festiva conservada más antigua de la capital aragonesa, ya que cuenta con varios siglos de historia.

Los gigantes, cabezudos y otras figuras festivas tienen su origen en nuestro país en un contexto muy concreto: las procesiones del Corpus Christi. En el caso de la comparsa de Zaragoza hay fuentes que señalan que es posible que la tradición la trajera en el siglo XV el rey aragonés Alonso V desde el sur de Italia, que en aquel tiempo era parte de la Corona de Aragón.

Dibujo de la comparsa ante el palacio de los Luna / Pradilla; grabado: Capuz. 1872 – Gaza

En el siglo XVI ya ha hay noticias de una comparsa estable que acompañaba a las procesiones del Corpus Corpus Christi y la Minerva, ente otras fiestas de la ciudad. En aquel tiempo, los gigantes, que representaban a personajes señoriales, acompañaban la Custodia, mientras que los cabezudos y otras criaturas viles que representaban el pecado, abrían la procesión y huían despavoridas ante el paso del Santísimo por las calles de la capital del reino mientras encorrían a la chiquillería, que no dejaba de provocarles con todo tipo de burlas. Aunque en origen eran dos gigantes y cuatro cabezudos, pronto se crearon nuevas figuras hasta alcanzar los gigantes, que representaban a los cuatro continentes del mundo.

A mediados del siglo XVII la comparsa de gigantes y cabezudos es ya una tradición zaragozana plenamente asentada. Además, se sabe que al menos durante unos años, fue el cabildo del Pilar, y no el ayuntamiento de la ciudad, el que pagaba las salidas de la comparsa en las procesiones del Corpus. Así lo reflejan los libros del Pilar, donde aparece como un gasto extraordinario.

En el siglo XVIII la presencia de gigantes y cabezudos en las festividades de la ciudad es pródiga. Hasta el protocolo oficial de la ciudad publicado en 1717 se señala que en la procesión del Corpus y en fiestas
vinculadas como la Minerva, las autoridades municipales acudían acompañadas de los gigantes. En esta época, también destaca la presencia de los caballitos.

La comparsa de Gigantes y Cabezudos con el coloso Gargantúa en la plaza de San Francisco de Zaragoza en 1915 / Foto Freudenthal. Revista Nuevo Mundo – Gaza

En el siglo XIX, la comparsa zaragozana tiene cuatro gigantes y cuatro cabezudos. Los gigantes mantenían la interpretación tradicional de las cuatro partes del mundo (Europa, Asia, África y América), mientras que los cabezudos eran el Morico, el Berrugón, el Forano y el Tuerto.

Y estaban presentes en cualquier festejo que se celebraba en la ciudad. Desde el homenaje a reyes como Carlos IV o Fernando VII, a la celebración de las proclamaciones liberales. Tras Los Sitios de Zaragoza, la comparsa también rindió pleitesía al mariscal francés Suchet tras la rendición de la ciudad a las tropas napoleónicas.

Comparsa de gigantes y cabezudos en la plaza de la Constitución hacia 1915 – Gaza

En 1860, coincidiendo con la visita a la ciudad de la reina Isabel II, la comparsa se reformó y vistió «lujosa y caprichosamente» según informó el Diario de Zaragoza del 4 de octubre de 1860. Seguramente, el artista Félix Oroz ya participó en esa reforma.

Y en 1867 fue cuando la comparsa dio un salto de gigante, nunca mejor dicho. Félix Oroz diseñó una nueva comparsa, a los cuatro cabezudos y cuatro gigantes tradicionales se sumaron otros tantos. Así, de cuatro gigantes, se pasó a ocho: el Rey, la Reina, la Negra, el Chino, don Quijote, Dulcinea, el Duque, la Duquesa. Los cabezudos de esa comparsa serían el Morico, el Berrugón, el Forano, el Tuerto, el Boticario, el Robaculeros, el Torero y la Forana.

El palacio de La Lonja se convirtió en esa época en un taller provisional para poder construir la nueva comparsa. Y en el año de su presentación, también se estrenó otra figura muy popular entre la chiquillería zaragozana actual, el Gargantúa, un gigantón con una boca tremenda, que pronto fue rebautizado como Trangantúa, y que en la actualidad es conocido como Tragachicos.

Las figuras de la comparsa de 1867 permanecieron en activo, con alguna incorporación puntual, hasta 1964. Ese año, se quemó la vieja comparsa de Oroz y se creó una nueva comparsa. Los nuevos cabezudos fueron creados por Modesto González Latorre, mientras que el creador de los gigantes fue Armando Ruiz.

Presentación de la nueva comparsa en la plaza del Pilar en 1965 /  Postal A. Zerkowitz fotógrafo – Gaza

A los ocho gigantes se les unieron entonces dos nuevos personajes: Gastón de Bearn (el Bearnés) y la Bearnesa, representando la unión entre el pueblo aragonés y el bearnés. La comparsa no tuvo novedades hasta el año 1982, cuando se creó un nuevo cabezudo, la Pilara, que representaba a una cantante de la sala Oasis.

En 1999, la comparsa de los años 60 se jubiló, y se creó una nueva comparsa que recuperaba la imagen de los gigantes y cabezudos creados por Félix de Oroz en el siglo XIX. En 2008, con el bicentenario de Los Sitios, llegaron novedades con la creación de los gigantes del general José Palafox y Agustina de Aragón.

En 2103 y 2015 la comparsa creció con dos nuevos cabezudos, el Azutero (que representa a un jotero, el Royo del Rabal), y a la Cigarrera (una vendedora de tabaco muy popular en El Tubo). Las últimas incorporaciones a la comparsa zaragozana se produjeron en 2022, cuando se presentaron dos nuevos gigantes, Francisco de Goya y Josefina Bayeu.