Nuria tenía 48 años y era la responsable del taller de cocina en la cárcel de Tarragona. Estaba contratada por el CIRE, Centro de Iniciativas para la Reinserción. Julián era un preso de nacionalidad rumana y potencialmente peligroso; anteriormente había trabajado en las cocinas con Nuria porque había conseguido salir de su celda de aislamiento por buen comportamiento.

La trabajadora de la prisión catalana había avisado de su dureza en el comportamiento con los demás. Sin embargo, este preso, que había entrado en prisión por matar a otra mujer en 2016, volvió a las cocinas y mató a Nuria con un cuchillo, uno de tantos a los que tenía acceso. Tras matarla, se suicidó.

Cristina lleva 20 años trabajando como funcionaria de prisiones. Actualmente ejerce su labor en el Centro Penitenciario de Zuera, en Zaragoza. Desde hace unos años pertenece al sindicato Tú Abandono Me Puede Matar, TAMPM, y lleva un tiempo denunciando el incremento de la violencia en las cárceles españolas, tanto entre presos como contra los trabajadores.

Mientras en Cataluña funcionarios y trabajadores de las cárceles piden la dimisión de la consejera de Justicia, Gemma Basart, y del secretario de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima, Amén Calderón, en Aragón apuntan al Ministro del Interior por la mala gestión que ha originado un incremento de agresiones de récord.

El año pasado se alcanzó la cifra de 507 en toda España. De los 92 centros penitenciarios que hay en nuestro país se produjeron agresiones a funcionarios en 62, según la secretaría general de Instituciones Penitenciarias. Y del más de medio millar de agresiones que hubo, solo diez acabaron en lesiones leves.

«ESTAMOS PEOR QUE NUNCA»

Cristina ha visto agresiones y también las ha sufrido. «Hay que sumar que existe una creciente población reclusa de origen musulmán que no respeta a la mujer y de ahí que nos hayan perdido el respeto y se hayan multiplicado las faltas de respeto», explica Cristina.

Ese machismo penitenciario que denuncia esta funcionaria advierte que están pasando uno de los peores momentos desde los últimos 20 años y que no tienen detrás ningún tipo de apoyo político ni institucional. «Están más pendientes de sus resultados políticos que de dar seguridad a los que a diario trabajamos aquí», asegura esta funcionaria de prisiones.