Aquel fin de semana de agosto de 2023, Celia jamás imaginó que iba a acabar siendo víctima de un presunto caso de abuso sexual. El día que sucedió trabajaba junto a sus hijos en una fiesta infantil en una localidad cercana a Zaragoza capital. Es animadora de eventos y fue contratada para alegrar y entretener a los más pequeños.

Tras el espectáculo, las madres de los chicos le invitaron a tomar algo en uno de los bares de la localidad. En la barra se encontró con un hombre que ya conocía de antes. Éste insistió en invitarle a algo y Celia, debido a su insistencia, aceptó ser invitada a una tónica.

A partir de ahí, según el testimonio de esta zaragozana a HOY ARAGÓN, llegó una confusión tal que ella lo achaca a algo que él le hecho en alguna bebida. Recuerda que el hombre al que ya conocía insistió en acompañarla y acabó en su coche en dirección desconocida.

«Paró en una zona de campo; no sabía a dónde íbamos y me sentía aturdida«, explicaba ayer al juez en la sala de vistas detrás de un biombo. «Desde ahí podía verle por una mirilla pero él no podía verme a mi. Podía comprobar sus reacciones cada vez que yo respondía a alguna pregunta. Era tajante en las respuestas y solo quería terminar ya«, recuerda.

«Empecé a darme cuenta de la situación cuando lo tenía encima de mi manoseándome todo el cuerpo», contaba al magistrado. «Me preguntaron si me tocó por encima o por debajo de la ropa interior. Si a un hombre le tocan la ingle ¿Importa mucho si es por fuera o dentro del pantalón?«, se enoja al recordar alguna de las preguntas de la defensa.

Cuenta también a este diario digital palabras de su presunto agresor que no podía llegar a explicarse. «Dijo en su declaración que no podía hacer nada porque estaba tomando antidepresivos y no se le levantaba. Menos mal, pensaba yo, mientras le escuchaba», afirma Celia.

A RASTRAS DURANTE MÁS DE UN KILÓMETRO

«Me debí quedar traspuesta porque cuando desperté estaba sola, tirada en la hierba en medio del campo, a un kilómetro y medio más o menos del pueblo«, dice Celia, una mujer de 52 años de edad. Recuerda que lloró, que gritó, que le entró pánico y casi sufre un ataque de ansiedad.

«A partir de aquí entendí que tenía que moverme, y tapándome con una manta que me dejó al lado, empecé, primero a ir a rastras porque no tenía fuerzas y luego ya andando hasta llegar al pabellón en el que había actuado», contó Celia al juez.

Al llegar, manchada, sudando y asustada, todos se percataron de que algo había sucedido. «Me dieron su ayuda pero yo solo quería estar sola y dormir; intentar olvidarlo todo«, se sincera. Al día siguiente su hijo y una amiga de éste, al enterarse de lo sucedido ya que veía rara a su madre, le insistió en denunciar a su presunto agresor.

«Pasé por el protocolo de víctimas y casi un año después me he enfrentado a él de nuevo en una sala de vistas«, dice Celia. Su presunto agresor se enfrenta ahora a una pena de dos años de cárcel y 800 euros de indemnización.

«Solo quiero que se de cuenta de lo que ha hecho. Hay quien le puede parecer incluso normal pero no lo es. Yo me sentí muy mal y todavía me siento así cuando lo recuerdo. Que sepa que estas cosas pueden llevarte a la cárcel. Que no se puede hacer aunque, como me pasó a mi, luego te pidan perdón«, sentencia esta mujer víctima de abusos.9