España, con su vasto patrimonio arquitectónico que coexiste con construcciones contemporáneas, se ve desafiada por la búsqueda emprendida por un joven intrépido. Carlos Barnés ha recorrido el territorio nacional en una misión singular: encontrar el edificio más feo del país.

A pesar de las maravillas como la Sagrada Familia o La Alhambra, Carlos Barnés ha destapado una lista de contendientes que compiten por el título poco envidiable de «más feo». En su odisea virtual, ha compilado su propio top 3, revelando las construcciones que, según él, desafían la estética.

3. Torre Hyatt Regency Barcelona (Barcelona)

Este rascacielos, que se alza con 109 metros en Hospitalet de Llobregat, Barcelona, ​​construido en 2006, se erige como el tercero en discordia. Diseñado por los estudios de Richard Rogers, Luis Alonso y Sergi Balaguer, este edificio, según Barnés, es un «puro despropósito arquitectónico». La paleta de colores de los pisos tampoco escapa a su crítica.

2. Palacio de Festivales de Cantabria

El Palacio de Festivales de Cantabria, construido en 1990 y ubicado en Santander, se erige como el segundo en el podio de la fealdad. Diseñada por el ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Francisco Javier Sáenz de Oiza, esta obra cultural ha horrorizado a Carlos Barnés. En sus palabras, «cada imagen que veo del edificio es peor que la anterior», y cuestiona la combinación de elementos que, según él, resulta excesivamente «hortera».

1. La Torre de la Rosaleda (León)

El título indiscutible del edificio más feo recae en la Torre de la Rosaleda en Ponferrada, León. Con sus 107 metros de altura, este rascacielos no solo figura en el ranking de los 15 edificios más feos según la revista Arquitectura y Diseño, sino que también comparte la opinión del joven explorador.

Para Barnés, además de ser feo hasta extremos inimaginables, sus formas ilógicas y materiales horrorosos lo convierten en un elemento discordante en una ciudad tan pequeña. La comparación con la torre del villano de Phineas y Ferb , el Dr. Heinz Doofenshmirtz, sella la crítica de Barnés hacia esta construcción.